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fuente: gestión.pe

Cartas electorales: nadie quiere a los políticos (ni a las políticas)

Buscando un político

Publicado: 2016-02-28

No te gustan los políticos. Lo sé. Podemos hacer un rápido recuento de las palabras que asocias a la política. Imagino que la gran mayoría son malas. Por eso apenas el 12% de los peruanos confía en los partidos políticos (Ipsos Perú, setiembre, 2015) Pero, ¿podemos vivir sin ellos? En un mundo sin política, los políticos no serían necesarios. ¿Es eso factible? 

¿Qué pasaría si el Estado desapareciera? Hace casi cuatro siglos, el inglés Thomas Hobbes imaginó un mundo sin leyes –ni nadie que las haga cumplir–. Sin policía ni jueces. ¿Quién velaría entonces por tu seguridad? ¿Quién evitaría que te arrebaten tus bienes? ¿Quién garantizaría que se cumplan los acuerdos que alcances con otros? No habría nadie para hacerlo. Entonces, cada uno tendría que ver por sí mismo. Todos desconfiarían de todos, porque cualquiera podría –usando la violencia– arrebatarte todo. Estaríamos ante una situación de guerra permanente, de todos contra todos. ¿Qué vida sería esa? Una –como afirmaba Hobbes– pobre, desagradable, brutal y corta.

Una de las cosas que los peruanos más resienten es la ausencia o debilidad del Estado. Si miras las encuestas y preguntas cuáles son los principales reclamos de las personas, verás que la “seguridad ciudadana” aparece encabezando las menciones. Aunque nuestras cifras de criminalidad son bajas en relación a otros países de América Latina, la percepción de inseguridad es creciente y está por encima de muchos países que tienen, por ejemplo, cifras de homicidios mucho más altas.

Pero el Estado peruano no es igual en todo el país. Así, en Tumbes, las cifras de criminalidad son muy altas –más parecidas a los países centroamericanos donde la violencia es mucho más grave–. En la Amazonía, muchas comunidades no cuentan con los servicios mínimos que el Estado debe ofrecer: salud, educación, seguridad. Las comisarías no tienen en muchos lugares acceso a un teléfono, o a internet. La propiedad privada no está debidamente protegida, y mucha gente puede perder su casa víctima de un estafador, o, peor aún, ver su vivienda invadida por un grupo de matones a la fuerza. Los peruanos sienten la desigualdad socioeconómica. Y la presencia estatal luce como el reflejo de la diferencia socioeconómica.

Con un Estado con tantos problemas, es esperable que las personas desconfíen de las instituciones estatales, pues éstas no cumplen con brindar un marco adecuado para una vida productiva. Por eso pocos confían en el gobierno, en el parlamento, en el Poder Judicial, o en la policía. Ni confían en los políticos. No te culpo si tú tampoco confías en ellos. Pero la única manera de salir de este mundo con un Estado débil y deslegitimado es haciendo política. Necesitamos a los políticos para construir las instituciones que garanticen el control de la violencia y nos permitan prosperar. Para esto, lo ideal sería contar con políticos bien preparados.

Pero, como ya te conté, en el Perú las organizaciones políticas son muy débiles. Y muchas efímeras. En cada elección se presentan grupos nuevos. El problema es que los partidos políticos deberían ser el lugar en el cual se entrenen los políticos que necesitamos. Como eso no está disponible, el que quiere hacer política tiene que armar su propia carrera con lo que hay a la mano. Si logra unirse a algún partido con algo de historia, entonces podrá hacer carrera dentro de él. Pero si no, quizá lo veas yendo de partido en partido en cada elección. A veces, un grupo de políticos se unen a un candidato con mucha fuerza para las elecciones (sean locales, regionales o nacionales) y conforman una coalición. Pero como sus lealtades no están atadas con hierro, se presentan más como “independientes”. “Coalición de independientes”, los ha llamado el politólogo Mauricio Zavaleta. Todo esto abona a la mala imagen que tenemos de los políticos. Los políticos no solo son mal vistos por su ineficacia en la acción pública, también son acusados de oportunistas.

Y por si no fuera suficiente, la falta de vocación pública hace que muchos terminen más interesados en defender intereses particulares (propios o ajenos) en lugar de preocuparse por las cuestiones de interés general. Incluso caen en la corrupción, pues nadie les pedirá cuenta y dado que su paso por la política es temporal, no temen perder su imagen si son descubiertos. Se vuelven, como los han descrito Carlos Ganoza y Andrea Stiglich, en una suerte de depredadores nómadas (bandidos pasajeros), que carecen de incentivos para controlar sus ambiciones.

Estamos, entonces, en una situación muy complicada. Necesitamos de los políticos para construir un mejor Estado. Pero los políticos que tenemos tienen todos los incentivos para dedicarse a cualquier cosa menos a eso. ¿No hay salida? En muchos países, grandes tragedias (guerras, epidemias, revoluciones, desastre naturales de gran escala) han obligado a los políticos a trabajar juntos y a concentrarse en los intereses generales. De esa manera han construido Estado y partidos políticos. Tuvimos la oportunidad de construir algo así aprovechando la crisis de fines de los ochenta y posiblemente también a inicios del siglo XXI. Pero no ocurrió. Oportunidades perdidas ¿Qué hacer ahora?

Aunque los incentivos son malos, siempre hay personas que están dispuestas a dedicarse a la política por el interés general. Eso no quiere decir que su visión de lo que es dicho interés sea igual. De hecho, puede variar mucho. Tampoco estas personas son ángeles. Por el contrario, para poder ganar votos y construir un mejor Estado deben enfrentar las presiones e intereses de mucha gente con influencia política y económica. Y eso implica jugar duro, ser ambicioso, ser capaz de defender posiciones (aunque en ocasiones sepan que no están siendo sinceros). Y si llegan al poder, Necesitarán en ocasiones usar la violencia, aunque bajo reglas. Max Weber, un famoso sociólogo alemán, recordaba a inicios del siglo XX, que hay que firmar un pacto con el demonio para dedicarse a la política.

A pesar de todos estos problemas, podemos encontrar buenos prospectos de políticos entre los partidos con opciones electorales. Hay que buscarlos. Mirar sus trayectorias. Ver sus experiencias previas. Identificar los cargos públicos o responsabilidades sociales que han desempeñado. Y seguir sus declaraciones. Si encuentras a alguno/a, apóyalo/a, como hace poco ha pedido el politólogo Eduardo Dargent.

Lo sé, los políticos (sean hombres o mujeres) no te gustan. Pero sin ellos no estaremos mejor. Estaremos peor. Así que buscar a los mejores no es una tarea inútil. Por el contrario, la necesitamos con urgencia.


Escrito por

Ivan Lanegra

Enseño ciencia política en la PUCP y en la Universidad del Pacífico. Tras 20 años en el Estado, intento escribir con simplicidad sobre él.


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